El exceso de actividades extracurriculares puede provocar en los niños stress infantil, el cual repercute en varios aspectos de su vida, principalmente en el académico

¿Estrés infantil? No le sorprenda que estas dos palabras puedan ir juntas. En estos tiempos de mucha actividad, también los niños suelan tener una “agenda” tan agitada como la de sus padres.

 

Y esto no lo decimos necesariamente por las horas de clase, sino también por el hecho de que –en una gran mayoría de casos- ocupan la tarde en formación extracurricular como clases de idiomas, deportes, artes… actividades (además del propio estudio) que llenan los días de nuestros “locos bajitos” y que, a medida que pasan los años y aumentan las responsabilidades, alejan cada vez más el tan necesario “tiempo de juego”.

Ojo, que tampoco se pretende satanizar las actividades extraescolares. Estas tienen muchos efectos positivos. Les hacen aprender a relacionarse en nuevos entornos, aprenden a ser más extrovertidos, más creativos y desarrollan su imaginación y su forma física.

Además es una manera estupenda de que quemen energía y se mantengan más activos y felices. Pero además, las actividades extraescolares son un buen refugio para todos los padres trabajadores que no consiguen la tan ansiada conciliación entre el trabajo y la familia.

En fin, que los excesos hacen daño, como señala María del Pilar Berrido, educadora y profesora universitaria, quien plantea que –pese al factor de falta de tiempo de algunos padres y la elección de colocarlos en este tipo de programas en lugar de dejarlos en casa al cuidado de una nana, “no se puede abusar”.

Esto así porque el exceso de actividades para un niño o niña pueden provocar síntomas que incluyen dolor de cabeza o de estómago, alteraciones en el sueño, llanto y angustia, manifestaciones de estrés infantil.

Miguelina Beras es madre de dos niños de 9 y 7 años. Ella está consciente de que los niños deben tener actividades durante las tardes y en los fines de semana, “pero con medida”. 

Beras opina que no vale de nada para los padres tenerlos todos los días en una ocupación diferente, “porque no van a aprovechar al máximo algunas de dichas actividades y encima van a estar hastiados de tener un horario casi rígido”. 

Y es que “los niños son niños” y por ende, considera, deben tener suficiente tiempo realmente libre para disfrutar a su antojo, y no el de los padres. Y aquí lanza la bomba que en muchos casos se pretende evitar. El hecho de que un gran porcentaje de padres inscriben a sus hijos en algunas clases que ellos de niños hubiesen querido tomar y además en las clases que los niños quieren. 

“Esto –sostiene- es contraproducente en todos los sentidos porque se pierde tiempo, esfuerzo, emociones y dinero”.

A la hora de seleccionar pasatiempos vespertinos para nuestros hijos, Beras plantea que los padres deben tener en cuenta los gustos de sus hijos y las posibilidades de los padres, “tanto de tiempo, como de dinero”.  Esto lo señala partiendo del entendido que hay actividades que consumen mucho tiempo. Berrido, de su lado, aconseja no pasar de dos veces a la semana, y cuando ya tienen más de diez años aumentarlo a tres veces. 

Desde su posición de madre, Miguelina recuerda que hay que tener en cuenta que el tiempo que las ocupaciones de nuestros hijos toman, no son solamente tiempo de ellos, sino tiempo de los padres. “ Si no tenemos el tiempo para llevarlos, traerlos, ayudarlos, apoyarlos y demás, entonces es mejor no inscribirlos y dejarlos a su suerte”.

Para saber la frecuencia y las actividades que son adecuadas para un niño, se recomienda conocer son los intereses de nuestros hijos.  Luego debe analizarse qué tanta cantidad de tareas escolares reciben por lo general y cuánto tiempo ocuparía determinada clase por semana entre llevarlos, tomar la clase, regresar y el tiempo añadido por prácticas extra, torneos/recitales/campeonatos o eventos paralelos. 

Para Miguelina Beras “no existe una regla general”, puesto que hay niños que necesitan estar siempre ocupados bajo supervisión y otros que no necesitan quehaceres extracurriculares… pero siempre es importante conocer los talentos y las limitaciones de nuestros hijos y nunca sobrevalorarlos o subestimarlos, para poder lograr un balance entre la escuela y las demás actividades. 

No es cosa de edad. Aunque los especialistas coinciden en que una sobrecarga de actividades suele ocurrir en los escolares más grandes, pues son más independientes y pueden asistir por cuenta propia a sus compromisos, sumado al hecho de que sus actividades son más exigentes y demandan más tiempo adicional que las de los más pequeños, que suelen limitarse a juegos o instancias para socializar, los más pequeños no se libran del cansancio. En el portal SistacNet se cita a Avi Sadeh, profesor de la Universidad de Tel Aviv, quien realizó un estudio con 77 alumnos de cuarto y sexto grado, descubriendo que un niño somnoliento de sexto tiene un desempeño cognitivo en clases como uno de cuarto grado.

Agotamiento. Una reciente investigación publicada en el diario chileno La Tercera, señala que las actividades extraescolares recargadas de los niños y jóvenes, inciden notablemente en su rendimiento académico. Se dan como ejemplo los entrenamientos deportivos 3 ó 4 veces a la semana, los talleres avanzados de música, tanto en el colegio como en clases particulares. Todo esto, sumado a las horas habituales de trabajo escolar, generan una sobrecarga que genera mayor somnolencia al no tener las horas adecuadas de descanso.

Equilibrio. ¿Cómo hacer para ayudarlos a que cumplan con sus obligaciones y actividades y disfruten también de su niñez? Pues de acuerdo con la psicóloga María Alejandra Karlen, citada por el portal Cooptel.com.ar, para evitar la aparición del estrés infantil lo mejor es dar al niño una vida afectiva equilibrada de parte de los referentes afectivos más importantes. Karlen señala también que los niños no suelen darse cuenta de estar soportando una situación estresante y por ello, no saben expresar el malestar que sienten, de manera que muestran síntomas que pueden alertar a padres y docentes.