(Fotografía: Pedro Genaro Rodríguez)
En 2006, hablando para una entrevista en el matutino Diario Libre, el maestro Aquiles Azar dijo: “todavía no he realizado mi mejor dibujo; sigo aprendiendo a dibujar, permanentemente”.
Tenía 73 años y se preparaba para su exposición individual número 80. ¡Qué lección de permanencia y perseverancia para las nuevas generaciones! Un maestro del dibujo señalando que -¡todavía!- se mantenía en estado de aprendizaje. Uno tan amplio que sólo culmina con la vida misma.
Llega enero con su triste melodía de despedidas y doblan las campanas para el maestro Azar. Tristes, por la partida, optamos mejor por celebrar toda su existencia. Al cerrar los ojos, las sombras dibujan su perfil característico caminando por la Zona Colonial, adobado con sus “ágiles y meditados” trazos negros sobre fondos níveos junto a las figuras deformadas, las aguadas y otras distintas técnicas que marcaron su sello.
Vemos más, nos lo imaginamos desde ya en el cielo, junto a los otros artistas que le han antecedido, dibujando en su clásica posición –acostado sobre el piso- continuando su aprendizaje perenne –ahora eterno- y creando nuevas obras que nos serán reveladas a través de las nubes.
Hoy se nos ha ido el hombre, pero nos renace la leyenda que vivirá en sus obras.