EL “SÍNDROME DE STENDHAL” DEBE SU NOMBRE A UN FAMOSO ESCRITOR DEL SIGLO XIX 

¿Pueden creerlo? El contacto excesivo con el arte puede enfermar. Y no, no nos referimos a la canción que se hizo famosa en voz de José José cuando dice “que hasta la belleza cansa”. Esto no es metáfora. Es el hecho científico y comprobado de que el exceso de ella puede enfermar.

De esto han dado fe y testimonio en las comunidades médica, psicológica é artística desde hace unos años. Hablamos del “Síndrome de Stendhal”, el cual es un trastorno psicosomático que provoca taquicardia (aceleración del ritmo cardiaco), mareos, confusión e incluso alucinaciones en algunas personas que contemplan arte, normalmente cuando este arte es particularmente bello o hay una gran cantidad de obras de arte en un mismo lugar.

El término puede ser también utilizado para describir una reacción similar en otras circunstancias, como por ejemplo cuando se contempla una inmensa belleza en la naturaleza.

Se le dio el nombre a este síndrome después de que el famoso autor francés del siglo XIX Stendhal describiera su experiencia con este fenómeno durante su visita en 1817 de Florencia, en su libro “Nápoles y Florencia: un viaje desde Milán hasta Reggio”.

La psicóloga Alejandra Godoy Haeberle, en su blog “Psicología y más”, define las características de este síndrome como una “gran sensibilidad receptiva”, así como también avidez y hambre de contemplar la belleza artística y predisposición anímica. 

Se trata, dice, de “la situación anímica que se produce al observar obras de belleza impresionante, fundamentalmente en un corto espacio de tiempo y acumuladas en una ciudad”. Agrega en su texto sobre este síndrome, que los expertos que lo han estudiado coinciden en que se produce en personas “que contemplan la belleza artística, acumulada en una ciudad en poco tiempo y ávidas del arte”.

 

Quienes lo sufren con mayor frecuencia 

En tal sentido, dice, quienes lo sufren suelen ser turistas de mediana edad -en mayor proporción mujeres- que viajan solos, procedentes de ciudades tranquilas, “de vida ordenada y sin grandes estímulos artísticos”.

En estos casos, después de visitas sucesivas a bellos recintos arquitectónicos que están repletos de pinturas y esculturas, son víctimas de un estado de ánimo que se manifiesta en un cuadro clínico con variantes en cada caso. De todos modos, explica, generalmente se presenta con angustia, confusión, excitación, temblor, palpitaciones en el corazón, sudoración y zumbido de oídos, “todo de aparición súbita y con un evidente sustrato vegetativo”.

El reconocido fotógrafo criollo Polibio Díaz puede hablar con propiedad del síndrome de Stendhal, puesto que lo ha sufrido en carne propia. Hace unos años, visitando Italia, es convencido por una amiga de visitar Florencia y, una vez allí, en el salón de Saturno, la emoción le embargó y empezó a llorar sin justificación aparente.

 “No quería ni que me hablaran, mi amiga no tuvo más remedio que dejarme solo hasta que me calmé”, dice.

Otra experiencia llegó horas más tarde, en la habitación del hotel. Refiere que, aunque la temperatura estaba a 4 grados bajo cero y él es “sumamente friolento”, empezó a sentir un calor intenso, “como si estuviésemos en Boca Chica”, que lo obligó a desvestirse. Ni su amiga ni él lo podían entender.

 Años después, cuando Díaz retornó a Italia para participar en la bienal de Venecia, la curadora “le decodificó” el síndrome al este comentarle lo que le ocurrió, al tiempo de señalarle que “aquí van turistas a emergencia graves”.

En un artículo sobre “cerebro, belleza y el síndrome de Stendhal”, el psiquiatra español Francisco Traver Torras, escribe que, si bien tal síndrome es una experiencia “desagradable” que parece estar emparentada con el trastorno de pánico o con ciertos fenómenos disociativos en sus versiones más mitigadas, el parecido con la experiencia de Stendhal es “lejano”, en el sentido de que parece que “lo que cuenta el poeta es más bien un arrebato artístico” o una licencia literaria que puede parecer bastante normal en una persona de su formación, puesto que debe recordarse que “Stendhal era un ilustrado y un gran experto en arte, además de escritor”.

Agrega que este cuadro psicosomático fue descrito por la psiquiatra florentina Graziela Magherini, que lo encontró en pacientes que llegaban a Florencia de visita cultural y a los que sobrevenía una especie de ataque durante la contemplación de determinadas obras.

Sin embargo, agrega el artículo de Traver, los síntomas que presentan los pacientes de Maguerini son experiencias psicosomáticas desagradables, “egodistónicas” y más cercanas al ataque de pánico o a la conversión- disociación histérica que a un fenómeno espiritual. 

Incluso, dice, desde el punto de vista demográfico, estas personas son distintas a la circunstancias de Stendhal. 

El psiquiatra culmina su artículo planteando que “si a usted le incomoda que le miren tiene muchas probabilidades de sufrir un síndrome de Stendhal cuando se encuentre con la experiencia de no poder dejar de mirar algo”.